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CARIDAD... una palabra desvalorizada

 

La palabra CARIDAD, latina, proviene del griego "CARUS" y significa "lo que más vale", o sea, el Amor, y es el Amor el que nos mueve a DAR, a ejercer propiamente la Caridad, que es un Amor auténtico, cristiano, no puro sentimentalismo.
Comunicar los bienes significa "compartir lo que se posee", a partir de las dimensiones de la Caridad y la asistencia.

Los orígenes de la caridad se remontan al inicio mismo del cristianismo, cuando Jesús instaba el amor al prójimo como a sí mismo y a poner en común (para todos) lo que se poseía.


 


No hay palabra en el castellano moderno que exprese la verdadera idea cristiana de lo que es el Amor.

Nuestra Biblia usa la palabra "caridad", y si bien no hay duda de que se aplica bastante bien a la idea, desde hace cientos de años, ha cambiado tanto su  connotación que hoy en día, no hay una palabra en el diccionario que esté más lejos de lo que realmente desea expresar."Tan frío como la caridad" se ha convertido en un refrán.

El mero pensamiento de caridad y de la acción de recibir "la caridad", ha llevado a muchas personas a quitarse la vida antes que tener que entrar en contacto con esta cosa tan espantosa.

Y, sin embargo, en su verdadero significado dicha palabra debería transmitir justamente lo que queremos decir en cuanto al Amor.


La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.

En nuestro país hay síntomas graves de falta de amor a la persona humana y de lesiones a la convivencia comunitaria;

Hay signos de que se va perdiendo el respeto por la vida humana; atentados contra la dignidad de la persona y la convivencia pacífica.

Con un gran egoísmo cada uno defiende sólo sus propios intereses, los de su familia, de su grupo, de su clase social, sin respetar los intereses de los demás.

La caridad de Cristo nos apremia (2Cor 5,14) a vivir para Él y con Él al servicio de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

La Iglesia, misterio de comunión, tiene la misión de significar y actualizar el amor de Dios en el mundo y en diálogo con él.

El anuncio del Evangelio del reino de Dios y la acción en favor de los pobres, son inseparables en la misión del Señor y, por lo mismo, de la comunidad eclesial.

Lo recuerda Juan Pablo II: el anuncio del Evangelio es la primera forma de caridad, pero sin una evangelización llevada a cabo mediante el testimonio de la caridad... corre el peligro de ser incomprendido o de quedarse en el mar de las palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día.

Nuestra época está influenciada, lamentablemente, por una mentalidad particularmente sensible a las tentaciones del egoísmo, siempre dispuesto a resurgir en el ánimo humano.

Tanto en el ámbito social, como en el de los medios de comunicación, la persona está a menudo acosada por mensajes que insistente, abierta o solapadamente, exaltan la cultura de lo efímero y lo hedonístico.

El espíritu del mundo altera la tendencia interior a darse a los demás desinteresadamente, e impulsa a satisfacer los propios intereses particulares.


La explotación del hombre, la indiferencia por el sufrimiento ajeno, la violación de las normas morales, son sólo algunos de los frutos del ansia de lucro y poder frente al triste espectáculo de la pobreza permanente que afecta a gran parte de la población.

Apelando a los creyentes y a todos los hombres de buena voluntad, reafirmemos un principio en sí mismo obvio aunque frecuentemente incumplido:

es necesario buscar no el bien de un círculo privilegiado de pocos, sino la mejoría de las condiciones de vida de todos. Sólo sobre este fundamento se podrá construir un orden realmente marcado por la justicia y solidaridad, como es el deseo de todos.

Finalmente, el amor divino no se queda cerrado en sí mismo, sino que se derrama sobre todos los hombres, así, la caridad imprime también al cristiano un impulso semejante, abriendo su corazón al amor de todos los hermanos.

Sólo mediante la caridad que hace participe del amor de Dios, el cristiano se hace capaz, de ‘amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por amor de Dios’.

Las virtudes teologales del Cristianismo son la Fe, la Esperanza y la Caridad;

de ellas la más importante es la caridad.

Suelen citarse como complemento a las llamadas virtudes cardinales, que son Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza.

Estas últimas son el fundamento de las teologales y existían ya en el paganismo.

Las cardinales se encuentran formuladas en Platón y más tarde por Cicerón y Marco Aurelio, y fueron asumidas también por el Cristianismo.
La caridad es la virtud teologal por la cual los cristianos aman a Dios sobre todas las cosas por él mismo, la caridad, consistente en el amor desinteresado de los demás (resumen de los tres primeros mandamientos del Antiguo Testamento) y a su prójimo como a ellos mismos por amor de Dios (resumen de los otros siete).

Jesús hace de la caridad un mandamiento nuevo (Jn. 13,34); amando a los suyos "hasta el fin" (Jn 13,1), manifiesta el amor del Padre que ha recibido.

Por otra parte, amándose unos a otros, los discípulos de Cristo imitan el amor de Jesús que reciben también en ellos.

Por eso Jesús dice: "Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor" (Jn 15,9) y también: "Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado" (Jn 15,12).

La caridad guarda los mandamientos de Dios y de Cristo: "Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor" (Jn 15,9-10; cf Mt 22,40; Rm 13,8-10).

Cristo murió por amor a la humanidad cuando esta era todavía enemiga (cf Rm 5,10) y pide que todos se amen como él hizo incluso con los enemigos (cf Mt 5,44), que todos se hagan prójimos del más lejano (cf Lc 10,27-37), que se ame a los niños (cf Mc 9,37) y a los pobres como a él mismo (cf Mt 25,40.45).

Es famosa la descripción del apóstol S. Pablo de la caridad:

"La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa. no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta" (1 Co 13,4-7).

"Si no tengo caridad -dice también San Pablo- nada soy...". Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud misma... "si no tengo caridad, nada me aprovecha" (1 Co 13,1-4).


Para los cristianos la caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: "Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres.

Pero la mayor de todas ellas es la caridad" (1 Co 13,13).

El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad, ya que es "el vínculo de la perfección" (Col 3,14); es la forma de las virtudes y las articula y ordena entre sí como fuente y término de su práctica cristiana.

La caridad asegura y purifica la facultad humana de amar y la eleva a la perfección sobrenatural del amor divino. La caridad exige la práctica del bien y la corrección fraterna, es benevolencia y suscita la reciprocidad, es siempre desinteresada y generosa, es amistad y comunión: "La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos" (S. Agustín, ep. Jo. 10,4).


La caridad consiste en amar a Dios por sí mismo, no por interés, sobre todas las cosas, y al prójimo por Dios como a uno mismo.


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